Esta entrada tiene por objeto reflejar mi opinión en relación al tercer objetivo marcado en nuestro grupo de trabajo que, además, representa la parte más práctica o de aplicación en el aula de nuestra formación.
Una nueva forma de trabajar, fundamentalmente cuando se desarrollan unidades o tareas integradas, conlleva una nueva forma de evaluar, y esto tiene sus consecuencias tanto en los instrumentos que se utilicen como en la manera de comunicar los resultados. Hasta ahora, nuestros alumnos y sus familias habían entendido la evaluación, sobre todo, desde un punto de vista cuantitativo, fruto de una información transmitida mediante pruebas de evaluación o boletines de calificaciones que contemplaban, casi en exclusiva, una nota numérica. El uso de indicadores, como concreción de los criterios de evaluación, ha venido a exigirnos una nueva forma de transmitir, a alumnos y familias, esta información. Con carácter previo, ha sido necesario consensuar entre el profesorado determinados acuerdos sobre la forma más adecuada de corregir las pruebas de evaluación a partir de ahora, cómo calificarlas y cómo hacer llegar a los padres y madres esta información. Aunque la idea para este curso era la de iniciar esta labor desde el grupo de trabajo, lo cierto es que, finalmente, y teniendo en cuenta la importancia de estas decisiones y la necesidad de mantener una línea de coordinación entre los distintos componentes del claustro, las decisiones adoptadas en nuestro grupo de trabajo han acabado afectando también a aquellos compañeros/as que no pertenecían a este grupo y que, de igual modo, han adoptado las mismas decisiones por indicación del equipo directivo y su propio entender de trasladar a la comunidad una idea de uniformidad.
Una vez que todas estas nuevas decisiones fueron consensuadas y adoptadas por todos, desde mi perfil de tutor de un grupo de primaria, mantuve una reunión con las familias de mis alumnos. En mi caso, siendo tutor de 1º de primaria, debo aclarar que, tal y como se explicitaba en nuestros objetivos iniciales, esta tarea estaría fundamentalmente centrada en padres y madres (mientras que, en cursos más elevados, los tutores de niveles del segundo y tercer ciclo sí han tenido la oportunidad de transmitir a sus alumnos más información sobre su evaluación por indicadores, así como hacerles partícipes de la misma, dado su mayor capacidad de entendimiento). Para ello, celebré una reunión con las familias con el objeto de informarles sobre las decisiones adoptadas por el centro en la cuestión que nos ocupa. En esta reunión se les trasladaron aspectos como la manera de corregir, las posibles indicaciones que podrían reflejarse en las pruebas de evaluación, la decisión de no reflejar en las pruebas una nota final, sumatoria, como una manera de transmitir que esta no sería la única vía de evaluación, los registros que se utilizarían y cuantos otros aspectos de su interés o curiosidad pudieran surgir en la reunión. Personalmente, entendí que la mejor manera de entender esta información era presentársela mediante un ejemplo práctico que, con carácter previo a la reunión, preparé con datos inventados y que se recogían en los modelos de registros que utilizaríamos a partir de entonces. Estos modelos se concretan, fundamentalmente, en dos. El primero es una tabla de doble entrada que recoge la nomenclatura de los indicadores de un área y su ciclo en un eje y las unidades didácticas previstas para el curso en el otro. Al pie de esta tabla aparece la leyenda aclaratoria para entender su uso y, en la parte de atrás, se recoge la redacción de los distintos indicadores. Este registro se facilita a las familias que lo custodiarán durante todo el curso y en él irán registrando el progreso de sus hijos conforme se les haga llegar información de su proceso de aprendizajes mediante las pruebas de evaluación realizadas por ellos y, y esta es la segunda novedad, un segundo registro ideado para recoger, en cada unidad didáctica, qué indicadores se han trabajado durante ella y cuál ha sido su calificación al final del proceso evaluador.
Con estos registros, las familias, junto con sus hijos, van haciendo un seguimiento del proceso de aprendizaje de los mismos, de forma que tienen, en todo momento, una idea bastante aproximada de la evolución que están teniendo; las tutorías individuales servirán para complementar esta idea y detallar aspectos más concretos de cada alumno.
La idea que subyace a este grupo de trabajo, es que lo que este curso se ha iniciado de manera ¿experimental¿ en el marco de nuestra actividad formativa, el próximo curso sea una práctica compartida por todos los integrantes del claustro y se realice desde todas las áreas troncales.
Cabe añadir, por lo detectado durante este curso que, como es normal y suele ocurrir en estos casos, siempre habrá distintas opiniones y actitudes de las familias por lo que respecta a la colaboración con el centro. Así, mientras algunas de ellas han mostrado una disposición favorable, entendiendo claramente la dinámica expuesta en nuestras reuniones y han efectuado registros prácticos con nuestras indicaciones, estas familias coexisten con otras cuyo interés ha sido menor, amparándose en una falta de tiempo o rechazo a la hora de colaborar en estas tareas. Sea como sea, nuestro deber es informar a todas las familias por igual, de la forma más detallada posible, del progreso de sus hijos; es posible que, más adelante, también se impliquen en mayor medida familias que en un principio no lo hacen pero, sobre todo, basta con que unas pocas familias sí demostrasen (como ha sido el caso) su voluntad de colaborar con el profesorado, para que todas nuestras actuaciones cobren sentido y se practiquen en el centro.