Como la siembra, todo es un ciclo. Y esta primera parte de nuestro huerto va llegando a su fin.
Mis alumnos/as de primero han disfrutado bajando al huerto, bien a preparar los bancales, a sembrar, a recolectar o a regar.
Les ha motivado mucho y ello ha permitido hacer actividades desde la producción escrita del cuaderno de campo (en nuestro «Cuaderno del huerto»), hasta elaborar hipótesis de qué iba a sucederle a las plantas a la siguiente semana, o tras las tormentas, etc.
Como aspecto a mejorar, y lo tendremos en cuenta para el año que viene, debemos señalar que el centro debería adecuar un espacio cercano al huerto donde guardar las herramientas necesarias para trabajar los bancales, así como disponer de una manguera con la que regar dichos bancales (ahora mismo lo estamos haciendo a mano, a base de cubitos de playa, regaderas pequeñas, botellas de plástico y viajes a la fuente).
Este aspecto a mejorar es ínfimo comparado con la experiencia que se han llevado nuestros/as alumnos/as: el aprender cómo son los plantones, verles la raíz, sembrarlos con cuidado, agrandar ese amor por los animales -que ya traen de por sí- cuidando de sacar los caracoles del bancal, pero buscándoles otra matita donde puedan vivir, o cuidar de no molestar a los hormigueros que se han formado en el bancal, todo ello hace que el curso que viene queramos seguir apostando por esta experiencia tan rica en tantos aspectos.
Aún quedan por recolectar nuestras lechugas, que, junto con todo lo que ya ha llevado el alumnado a casa (ajos, cebollas, zanahorias, etc.) servirá de colofón a este primer capítulo que pronto cerraremos.
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