Estoy cansada de que tengamos que ser "consideradas" (de tener consideración) con la desconsideración de nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra historia, nuestro sistema, nuestro paradigma...

A estas alturas, aún parece que tuviéramos que ejercer una constante autocensura para no despertar a la bestia. Parece que tuviéramos que pedir permiso para ser iguales y, aún más, andarnos con cuidado para que el modo en que expresemos nuestra igualdad no hiera sensibilidades.

Pues yo, objeto. Lo siento, las gafas violeta son reveladoras y en la III Jornada de Educación Permanente a la que asistí el pasado día 8, se puso de manifiesto (no es ninguna novedad) la desigualdad que anida en las mentes a través del lenguaje. Y sinceramente, resulta enormemente chocante (y no me considero a salvo  de ello, sino que como expectadora se aprecia perfectamente) el uso del masculino, desde hombres y mujeres, más aún, con un público mayoritariamente femenino. De esa experiencia surgió esta reflexión.

Las mujeres no somos mejores, somos IGUALES y no tenemos que andar rogando que esto se perciba, esto ES. No tenemos que pedir perdón porque la Igualdad sea un hecho; es un hecho incuestionable y tiene que brillar con la franqueza y la honestidad de todas, puesto que no se trata de reclamar un avance, sino de evidenciar lo que SOMOS.

Quizás, entre esos modos "considerados", esté el hecho de usar el término de "lenguaje inclusivo" inventado, entre otras cosas, para animar a que se nos nombre, y no digo que esto no sea acertado. Pero creo que usar el término "lenguaje no-inclusivo" para referirnos a lo contrario, o sea, como antónimo del deseable "lenguaje inclusivo", responde a ese exquisito cuidado a tener para no molestar y hace que se suavice, con un eufemismo, la contundencia que tendría que tener la denuncia y la reivindicación.

Siento que es hora de llamar a las cosas por su nombre y propongo que usemos el término "lenguaje excluyente" para aquel que no hace honor a la igualdad real que, repito, es un hecho.

También usamos el par de términos opuestos: lenguaje igualitario/lenguaje no-igualitario para el que también pediría el mismo tratamiento de sinceridad sin rodeos convirtiéndolo en la oposición: lenguaje igualitario/lenguaje desigual.

Pues sí, esto quería expresar y poner de manifiesto, abunda el lenguaje excluyente, el lenguaje desigual, llamemos a las cosas sin rodeos. ¿Soy feminista radical?: No lo creo, soy feminista real.