Este artículo creo que es muy interesante para todos, no sólo para los niños. Para las personas que estamos empezando a aprender sobre la atención plena creo que es ideal, ya que te lo presenta de un modo muy sencillo, que todo el mundo puede llevar a cabo y sin duda, funciona. Pero además de eso, también podemos utilizar todos estos conocimientos para los niños y niñas y los estudiantes con los que trabajamos. De hecho, el texto me ha dado una gran idea para utilizar en mis clases antes de un examen, cuando vea que los estudiantes están más nerviosos, tristes o estresados que normalmente. Creo que hoy en día todo sucede demasiado deprisa, queremos todo en el momento y siempre vemos más lo negativo que lo positivo. Con estas pequeñas pautas creo que podríamos ir cambiando poco a poco estos hábitos que no nos aportan nada positivo, sino todo lo contrario, nos hace estar más irritados, menos felices y más preocupados el pensar en lo que no tenemos o lo que ha salido mal en vez de pensar en lo bueno que tenemos y en todo lo que somos capaces de lograr.

Si bien el "mindfullness" es un concepto que parece estar de moda, y del que incluso se puede llegar a abusar mediante la generalización, me parece un acierto ampliar el espíritu de esta corriente a los más pequeños de la casa y de la clase.

Los chicos son probablemente el colectivo más vulnerable, desde el punto de vista emocional, en nuestra sociedad actual, por varias razones que encontramos en el artículo:
- son el objetivo frecuente de campañas comerciales de toda clase, que incitan a cualquier impulso menos a la reflexión y al desarrollo de la reflexión causa-consecuencia. Recordemos los anuncios publicitarios, sobre todo en Navidad y Reyes Magos. Encima, cada vez se incita más temprano a ser "libres", "adultos"... que consuman como tales.
- nacieron en familias "digitalizadas", que buscamos las reacciones de los que están detrás de la pantalla pero olvidamos a los que están a nuestro alrededor.
- han nacido en una sociedad hipercompetitiva en la que no hay lugar para la mente ni el alma, sino para la acción, cuanto más compulsiva e irreflexiva, mejor, si así se ajusta a los márgenes sociales que hemos establecido.
Para colmo, son precisamente estos que son más frágiles los que menos "vocabulario emocional" conocen. No saben identificar sus emociones y casi todo se simplifica a "bien", "mal", "chungo" y pocos términos más con los que reflejan los sentimientos.

Aquí es donde podríamos entrar los docentes, y la parte que yo encuentro más reveladora del artículo. Transmitir no sólo conocimiento, sino "autoconocimiento". De sí mismos, de sus emociones, del vocabulario necesario para articularlas y compartirlas con los otros. Y a la inversa, ser capaces de detectar, reflejar, comprender y tolerar la emociones ajenas.

Coincido contigo Isabel, agradecer es una enseñanza que debería ser más practicada. En la educación actual parece que a veces se nos olvida esto. Gracias por recordar.