Las sesiones presenciales que hemos tenido con nuestra coordinadora me han servido para afianzar algunas creencias así como para desmentir otras que tenía sobre las emociones.
Aquí van algunas de mis conclusiones que intento aplicar con mis alumnos:
1. Hay que pensar sobre las emociones.
Uno debe pararse a pensar qué es lo que le hace sentirse frustrado, aburrido o apático ya que es el punto de partida para poder remediarlo.
2. En cuanto a la clasificación de las emociones que propone Miriam Muñoz puedo añadir que me sorprendió saber que hay emociones, las más básicas, que son innatas. Esto es, las compartimos con otros seres vivos, especialmente con los mamíferos.
Trabajar con estas emociones básicas resulta sencillo si, por ejemplo, buscamos paralelismo en el mundo de los animales.
De esta manera, entiendo que para los alumnos será más fácil discernir ante qué tipo de emoción se encuentra y cómo deberían reaccionar atendiendo a su condición de seres racionales.
3. Por último, añadiré que me ha parecido especialmente útil e interesante la actividad en la que a partir de un sencillo acróstico aprendimos a ordenar nuestras emociones básicas.
Creo que es valioso tener este ¿mapa¿ siempre a mano, en el que poder ver cómo en determinadas circunstancias el orden de las emociones que sentimos se puede ver alterado por contextos externos a nuestro círculo de confort.

Muy buenas,

Estoy de acuerdo en que debemos, tanto alumnado como profesorado y familia, pararnos y pensar sobre nuestras emociones, partiendo de las más básicas (alegría, tristeza, miedo, enfado, afecto). La adolescencia se caracteriza por dificultades para el autocontrol emocional, por lo que se le debe dotar de estrategias e instrumentos que le permitan reflexionar sobre lo que siente, para qué lo siente, a quién afecta y cómo gestionar lo que siente.