Gracias a la formación sobre el desarrollo de proyectos de trabajo que tuvimos a principio de año hemos podido optimizar y sacar mucho más partido a esta metodología que tanto nos gusta a maestras y a alumnado.
Hemos conocido cuáles son las fases que deben articular cualquier proyecto de trabajo, los materiales y recursos tan valiosos que potencian el desarrollo de las distintas competencias básicas de nuestros alumnos (rutinas y destrezas de pensamiento, tablas de comparación...) así como a potenciar una mayor implicación por parte de las familias en la educación de sus hijos y una relación más estrecha entre familia-maestra (cuando nos preguntan cómo pueden enfocar la temática que les ha tocado investigar, cuando se prestan voluntarias a participar en los talleres que hemos programado desarrollar ,así como en la ayuda a la hora de fabricar o elaborar cualquier elemento motivador que capte el interés de los niños (en este caso, las madres de mi clase han construido una casa africana con cañas, ramas, cartón y papel continuo como elemento motivador para iniciar el proyecto sobre KENIA y la sabana africana).

En mi opinión, esta metodología de trabajo tiene más ventajas que inconvenientes. La ilusión que muestran con cada objeto de aprendizaje que se les presenta, lo receptivos que están cuando son sus compañeros y compañeras los que les transmiten información valiosa que les ayuda a ampliar conocimientos sobre la temática a abordar, lo orgullosos que se sienten cuando son los protagonistas del día y tienen que mostrar a sus amigos lo que han traído para nuestro rincón...
Así de gusto aprender, y, por supuesto, así da gusto enseñar.