Buenas noches a tod@s

Soy Yoana, maestra de una clase de 4 años. Antes de nada, os pido disculpas por la tardanza en escribir mi entrada, pero me ha sido del todo imposible realizarla antes.

Los niñ@s, y más en edades tan pequeñas, pasan por miles de conflictos emocionales al día, que no saben cómo gestionar ni expresar. Los adultos que los rodeamos, solemos ayudarles a superar esos momentos, pero rara vez nos paramos a explicar qué están sintiendo, cómo identificarlo y, sobre todo, como afrontarlo de manera autónoma. Y esto es algo que debemos cambiar.

Venimos de una sociedad, no muy lejana, en que nos enseñaban que la vida era una voraz competición, que expresar nuestras emociones era sinónimo de debilidad y que nos conduciría al fracaso, y, por tanto, era algo que no se podía mostrar.  En la actualidad, desde mi punto de vista, hemos pasado al extremo opuesto, los seres humanos somos todo emociones, sensibles a cualquier cambio y temerosos de que algo provoque en nuestros hij@s sensaciones negativas (infinidad de veces escuchamos eso de ¿¡no le des ese disgusto al chiquillo, hombre!¿).  Hemos metido a los niños/as en una burbuja de felicidad que les priva de su derecho a experimentar y gestionar algo tan importante como la tristeza o la frustración.

En ambos casos, el resultado es el mismo: no enseñamos a los niños a gestionar sus emociones, o las ignoramos o se las evitamos. Cuando llegan a la adolescencia (momento de grandes cambios internos), muchos padres se preguntan asombrados cómo han podido criar a un hijo/a tan tirano e insensible¿..

Sinceramente opino que trabajar el mundo emocional (reconocer, comprender y gestionar) tiene que cobrar cada vez mayor fuerza y presencia en nuestra sociedad, tanto dentro como fuera de las aulas. Aun reconociendo nuestra labor en este aspecto, no podemos olvidar que el grupo de referencia para ellos es su familia y sus iguales y que, si queremos que realmente sea efectivo este cambio, se deben incluir en este aprendizaje.

Aunque en 4 años diariamente surgen conflictos que requieren atención, muchas veces la falta de tiempo (¿¡no llego a todos los contenidos!) o la falta de recursos, hace que caigamos en las mismas estrategias que, como dice mi compañera, no siempre dan el resultado esperado. Así pues, agradezco muchísimo este tipo de formación, que espero me ayude a comprender mis propias emociones para poder trasladarlas a mis alumnos y que me muestre caminos nuevos para trabajarlas e incluirlas en nuestro día a día