El alumno debe ser en mi práctica educativa el protagonista del proceso de enseñanza-aprendizaje. Debemos dirigirnos a una escuela donde se tengan en cuenta las necesidades del alumnado, sus ritmos de aprendizaje y su manera de aprender. Ya lo sé, pero muchas veces olvido, que no todos los niños aprenden de la misma manera, ni al mismo ritmo.
Y para conseguirlo mis alumnos/as han de poder manipular y no ser más que meros receptores pasivos. Está más que probado que los niños aprenden mucho más haciendo, que con una explicación teórica. Por ello, y como hemos investigado, hemos de modificar la distribución de las aulas, los materiales (menos papel, más juego y aprendizaje manipulativo), y el uso de nuevas tecnologías.
Mi figura como maestro es la de ser un guía, un dinamizador y no un mero transmisor del conocimiento. Y es que, como la realidad nos enseña cada día, la información está a disposición de todos. Ya me lo decían en la carrera, el ¿maestro enciclopedia¿ no tiene sentido cuando el conocimiento está puesto de manera que es fácilmente accesible. Mi trabajo en el aula ha de ser la de una ayuda, un guía para tratar esa información y desarrollar el conocimiento.
En mi clase he de buscar fomentar aquello que realmente nos distingue como seres humanos, las relaciones, y es aquí donde entran en juego las emociones, la educación emocional, buscando desarrollar la inteligencia emocional. He de conseguir en mi clase, que las ganas con las que nos llegan los niños, ese ansia de aprender, no se vaya mermando conforme van avanzando por el sistema educativo.
Las nuevas metodologías y prácticas educativas están aquí para ayudar en esta idea de conseguir una escuela del futuro.