Si bien es cierto que no poseo una gran experiencia como profesor bilingüe, es fácil darse cuenta de algunos aspectos del programa en apenas dos o tres años trabajando en el mismo. Si además esos pocos años incluyen las variaciones que ha sufrido el bilingüismo en las aulas es aún más fácil ver determinadas fortalezas y debilidades que el bilinguismo conlleva.
Es evidente la mejora que se percibe en el alumnado en el medio-largo plazo en la mejora de la competencia lingüística, especialmente en los años en los que el programa era voluntario para el alumnado. La inclusión de la totalidad del alumnado, por muy integrador que en principio pueda parecer, da una vuelta de tuerca más a la ya de por sí difícil situación de muchas aulas. Se nos ha dicho por parte de numerosos especialistas y por nuestra propia experiencia, que el mejor motor para el aprendizaje es una mínima voluntariedad y ganas de aprender. Forzar a gran parte del alumnado con serias dificultades en la propia lengua materna a "sufrir/disfrutar" una lengua totalmente ajena no parece el mejor camino ni para que el alumnado se interese por ella ni para que adquiera las mínimas habilidades en la misma. Aún así intentamos con ilusión conciliar esta disparidad de intereses y niveles pero no puedo evitar pensar qué dirían los responsables de este programa si a ellos en una academia de idiomas les incluyeran principiantes (A1)y avanzados (C1) en el mismo grupo. Pues con algo parecido es con lo que tenemos hoy día que lidiar.