Un curso extraño el que hemos vivido, un curso que nos ha puesto a prueba a todos, no solo en el terreno profesional, sino también en el personal. Un curso en el que nuestras emociones han sido puestas a prueba, tanto como personas, como docentes. Hemos aprendido por necesidad, necesidad de encontrar respuestas para la gestión de nuestras propias emociones, ya que hemos sido protagonistas de experiencias que nunca antes habíamos vivido. Hemos aprendido, además, porque percibíamos que nuestro alumnado necesitaba poner nombre a algo que no habían experimentado nunca, una situación que se salía de sus experiencias anteriores. Había que aceptar lo que se estaba viviendo...era real y había que ponerle nombre para saberlo gestionar. En este sentido nos hemos formado para dar respuesta y herramientas a nuestro alumnado, pero que, los adultos también nos hemos beneficiado de esa formación. Hemos aprendido juntos y creo que ese ha sido el motivo de que este curso haya sido tan satisfactorio pese a las circunstancias que lo han rodeado.
La gestión de las emociones está muy ligada a la experiencia, a la vivencia. En este sentido, entiendo que no se pueden crear actividades aisladas de la experiencia real para aprender cómo se gestionan y autocontrolan las emociones, no es algo teórico, es algo real. Hay que partir de la realidad, entender qué me está pasando para saber que es normal que me pase y solo así poder abordar estrategias para que eso que siento sea conocido, aceptado y regulado.
Es cierto que ha sido un curso difícil, por muchas razones, pero las ganas de superar dichas dificultades nos han llevado a buscar soluciones.
En mi caso concreto que tenía el curso de 6º de primaria, todas las emociones, miedos e incertidumbres por las situación sanitaria, se unían al comienzo de la pre-adolescencia y a la despedida del grupo de su centro, de su casa desde hace ya 9 años. Me propuse la programación de un taller que diera respuestas a todos esos miedos que se concentraban en el mismo espacio de tiempo. Ha sido maravilloso disponer de un espacio temporal para que pudieran expresarse con total libertad, que en estas edades ya es un reto, pero el grupo ha respondido de manera excepcional. Han crecido como personas y me han hecho sentir tremendamente orgullosa de ellos/as.
Quisiera agradecer a nuestra compañera Sandra, la coordinadora del programa, su continua disposición para la formación, su aportación de dinámicas para atender a esas emociones y de herramientas para poder gestionarlas y regularlas. ha sido un placer trabajar con ella, es una gran profesional, siempre sumando.
Quisiera dar las gracias, además, a los compañeros/as que han colaborado aportando su experiencia. Y como siempre ocurre cuando te empleas a fondo, tanto el proceso como el resultado compensan con creces el esfuerzo.