Grupos de trabajo

Imagen de fondo del tipo de comunidad

Tras una andadura de 12 años consecutivos como grupo de trabajo en el CEP de Ubeda, y el añoa pasado en el CEP de Jaén, volvemos a solicitar la constitución del grupo en el CEP de Jaén. Con una vocación centrada en el pensamiento español hemos trabajado perspectivas éticas y políticas que nos han hecho reflexionar sobre las deficiencias que observamos en la formación de valores de nuestro alumnado. Este curso además de preparar las sesiones del grupo, queremos preparar la edición de un libro crónica de nuestra andadura en colaboración con el ayuntamiento de Ubeda.

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SESION DE ABRIL

Muy concurrida sesión la de abril. Nos acompañaron don Emilio López Medina, profesor jubilado de la universidad de Jaén, don José Moral y don Francisco Fernández, profesores en Marmolejo, Inma y Fernando profesores de cerámica y vidrio del IES Francisco de los Cobos así como Rafael Bellón e hijo.

Pudimos disfrutar de una exposición sobre Juan Larrea (1885-1980) un ilustre filósofo y poeta español que vivió en el exilio y del que nuestro compañero José Biedma realizó amplia exposición. En algunas partes de su obra nos recordaba a la filósofa andaluza María Zambrano, pues fue un buen poeta y tenia una concepción bastante poética de la historia.

Los avatares de su vida entre unos y otros poetas como César Vallejo, Neruda, Huidobro, León Felipe...muestran que estuvo en medio de lo mejor de la creación lírica en español. Además de ser el mismo un buen exponente del surrealismo poético. Pudimos comprobarlo cuando Rafael Bellón nos recitó un poema de Aleixandre y un poema de Juan Larrea.

Con respecto al tema griego, Larrea precisamente no tiene un buen concepto pues precisamente el alaba el verbo "cristianizado", hecho vida en la obra de Filón y en el evangelio de san Juan, frente al logos meramente racional de los helenos.

 

Su obra Razón de ser es una especie de filosofía de la cultura y también una filosofía de la historia en la que se da un gran peso específico a España y lo español, precisamente hoy que tan poco políticamente correcto es utilizar tanto la palabra que da nombre a nuestro país como la palabra que da nombre a nuestro idioma. Larrea tenía una visión muy especial de la misión de España en el mundo que quizá puede dar lugar a malas intepretaciones, aunque era una visión poética más que política.

 

Criticó el existencialismo por considerarlo una filosofía que se regodea en la muerte. Larrea era más bien un defensor de las promesas espirituales. Tanto a positivismo como en el existencialismo sobra seriedad y falta espíritu poético. Hay que trascender, llenar de sentido la personalidad mental del individuo sensible. La razón salvadora es contigua al Espíritu universal.

Si la ciencia físico matemático estudia un ser vacío porque lo esencial escapa  a lo cuantitativo y se revela fuera del tiempo y el espacio. Reprocha la eliminación del elemento judaico de nuestra cultura occidental, los judíos sostienen lo absolutamente irreprensetable del Sujeo en Sí, de Dios en definitiva, frente al cual nuestras iglesias llenas de imágenes demuestran idolatría desde ese punto de vista.

El mártir es el único que reconoce un principio superior al de la existencia. El Libro de Daniel refleja ese primer intento de instaurar un reino del Espíritu por encima de los imperios del mundo. Representa la Sabiduría de Dios oculta en el misterio, un estado de vida más allá de la muerte que por supuesto el mundo griego ni siquiera sospechó. Ese misticismo total en el que la voluntad humana se confunde con la voluntad divina resulta totalmente ajeno a los griegos.

 

Frente a la cultura griega de la memoria Larrea reivindica el papel creador de la imaginación, aunque suponemos que lo hace como elemento retórico y en el curso de un pensamiento que tiene unos intereses muy específicos, porque imaginación sin memoria es difícil de sostener. La imaginación poética que se oreinta hacia el porvenir donde centellea el séptimo día sin poniente. Por momentos Larrea recuerda a los movimientos milenaristas que desde el siglo X cuando se acercaba el año 1000 han ido aflorando aquí y allí en la gran corriente del cristianismo.

 

En esta línea de filosofía de la historia, Larrea reconoce en Hegel el mérito de haber reconocido al Espíritu Absoluto en función de la vida de la comunidad. Pero el panlogismo de Hegel renuncia al aspecto profético, vital, imaginativo e histórico del Verbo salvador, convirtiéndose en la razón filosófica de los griegos.

Abole así el tercer cielo de san Pablo y el principio sustancial israelita que dio razón de ser a la cultura occidental: la imaginación.

También hizo don José Biedma un análisis pormenorizado del romanticismo y sus aportaciones tal como lo vió Larrea. El filósofo y poeta valoró la obra de Freud y especialmente la de Jung por explorar la región de los sueños. El hombre habla en prosa pero vive en poesía, creadoramente. La Historia nunca son meros hechos sino interpretaciones. Y lo que cuenta es el desarrollo del individuo humano, la unidad espiritual viva que se manifiesta en los hechos de una vida.

Si vale de algo la afirmación griega "el hombre es la medida de todas las cosas" se debe al hecho de que "puede llegar a ser", es un modo o hipóstasis de la Conciencia creadora, que se manifiesta sobre todo en la capacidad lingüística. Y en este punto evidentemente el propio Larrea por su condición de poeta y de filósofo de la historia fue un buen ejemplo de la capacidad creadora del lenguaje.

Muchas otras consideraciones hizo Larrea, un ilustre y perfecto desconocido para casi todos los asistentes a la sesión del grupo de trabajo que nos instruyó un poco más. Cuando ya creíamos que habíamos visitado suficientemente el exilio español en anteriores ediciones del grupo de trabajo se descubrió que estábamos muy equivocados.

 

Comentarios
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José Biedma López
Excelente síntesis, Ana, que te agradezco.

A raíz de algunos comentarios que oí en la sesión de abril, he corregido y ampliado mi ponencia, que se ha convertido en una monografía de treinta folios. La he mandado al Boletín Millares Carló de Las Palmas de Gran Canaria (UNED), donde suelo publicar mis trabajos para la Quinta, ahora exclusivamente en digital, pero accesibles gratis para el mundo mundial.

Entre los datos que he añadido cuenta la poética que Larrea incluyó en la revista parisina que fundó con Vallejo: *Favorables París Poema*, intitulada "Presupuesto vital". ¡Con qué rigor pensaba e innovaba recuperando español auténtico este vasco tan valiente como genial! Ni sombra de papanatismo quien tanto escribió en francés.

No he olvidado tu pregunta: ¿Qué tiene que ver Larrea con ese "firmamento del pasado" que es la cultura griega clásica?

Bueno, él sabe que el cristianismo es un fenómeno helenístico, pero enfatiza su raíz vétero-testamentaria, profética, voluntarista, imaginativa, ultramundana. Aunque habla de armonizar la Nueva Jerusalem del *Apocalipsis* y la Vera Tierra del *Fedón*, cree más bien que la barra de hierro está doblada hacia lo psicosomático (lo griego), lo geométrico y cuantitativo, en detrimento de lo cualitativo y espiritual. Así que él la dobla hiperbólicamente para el otro lado. En este sentido se vuelve hacia el Apocalipsis, la teología paulina del Deus absconditus, del Dios desconocido y de la locura proclamada en voz alta, desde el libro de Daniel y más allá desde el misterio de la zarza ardiente del Éxodo (Ipsum esse, agustiniano). Esta locura es la convicción íntima de un estado de vida más allá de la muerte. Contrapone así la filosofía "existencialista" de la tradición griega con la "esencialista" judeo-cristiana que apuesta por un más allá de la existencia, un plus ultra, que alcanza también su símbolo histórico en el descubrimiento de un Nuevo Mundo, que es también un horizonte de unidad antropogónica. Para Larrea, el pensamiento griego no alcanzó nunca ese misticismo total en el que la voluntad humana se confunde con la divina, aunque celebra a Plotino. Larrea es un místico panteísta o -como Lovejoy diría- estamundaneísta o -como yo diría- gradualista, partidario del Principio de plenitud. Todo está lleno de dioses, que diría el maestro milesio. Es posible una con-versión celeste porque el cielo ya está con nosotros, ya nos toca, la sublimación poética simplemente lo descubre, no lo inventa, expresa la voluntad poética del Creador. En la creación, tal y como la interpreta Larrea, más que de un "diseño inteligente" tendríamos que hablar de un sueño poético presidido por el amor que todo lo vivifica. Un oscuro designio.

Tu objeción, Ana, es justa: no hay Imaginación sin Memoria, son hermanas gemelas, o un único dios con dos caras: es preciso imaginar para recordar y es necesario recordar para imaginar o fantasear. Pero Larrea ve a la memoria (esa diosa platónica) como facultad representativa que mira para atrás, igual que la Polis ideal de Platón estuvo allí, en el pasado, perdida en aquella aristocracia de los mejores, durante la Edad de Oro regida por nobles héroes (la misma retroversión reaccionaria en Nietzsche, por cierto, y en cierto quijotismo). Mientras que el juego de representaciones y símbolos de Larrea se con-vierte proversivamente hacia el futuro. Es progresista. No me extraña que algunos le vieran como un loco, ¿qué es esto de un progresismo espiritualista, teológico, providencialista, poético, milenarista, profundamente religioso?, se preguntarían. Pues sí, y a mi juicio se esconde en su pensar, el de Larrea, una profunda verdad. El analista de la cultura se percató, también Gustavo Bueno insinúa algo al respecto, de que el progreso no es más que la idea de la divina providencia secularizada, un mito secular, pero esencialmente milenarista. (Por cierto que acabo de leer un maravilloso texto de Gide, "Disertación de Prometeo" en que el gran escritor francés, uno de los primeros intelectuales europeos en darse cuenta del desastre que estaba siendo el comunismo en la Unión Soviética, identifica el progreso con el águila que le come el hígado al titán filántropo. Titán que reconoce que no ama a los hombres, sino lo que devora a los hombres).

Ese afán de progreso, esa ilusión de cambio a mejor, esa voluntad de trascendencia, esa inquietud del espíritu, es un invento hebreo, está implícito en el voluntarismo historicista que alienta ya en el Pentateuco, en la filosofía de la historia de Agustín, de Joaquín de las Flores, en la metafísica de la historia de Kant, o en el materialismo histórico de Marx...

Y este es el reproche que le hace a Hegel: que fue demasiado griego, que cerró el círculo del tiempo, en lugar de dejarlo abierto al misterio del futuro espiritual de la humanidad. Prefiere a Schelling. De Heidegger, sólo admite la primacía del Tiempo sobre la extensión cartesiana, sobre el espíritu de geometría (vive Pascal!). Nuestro querido Emilio López Medina guiñará los ojos, tan convencido como estuvo -no sé si aún lo está- de que el ser es reducible a extensión.

A la vida, piensa Larrea, le importa más el tiempo que el espacio, de ahí que la lógica de la nuestra sea la lógica del relato. Larrea anticipa puntos de vista que luego tendrán amplio desarrollo en la hemenéutica de un Ricoeur por ejemplo. Este es un destino hispano, poner el germen de lo que luego será un organismo desarrollado en otra parte. También habla del inconsciente de la especie como un lenguaje (v. Lacan).

El teologismo de Larrea es un teleologismo. La cuarta dimensión temporal la aporta precisamente la cuarta causa de Aristóteles. La finalidad, o sea, el Bien, que no conocemos. Por eso el hombre camina en la faz del Espíritu creador, aún sin saber muy bien hacia donde va suspendido en una esfera del Cielo.

(Paso todo esto al blog de la Quinta para darle luz y panorama).
Publicado el día 7/05/17 20:29.

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