Con el paso del tiempo descubrimos que la realidad cambia, a veces imperceptiblemente. Esto requiere una búsqueda de unevos elementos para dar respuesta a estas nuevas realidades a las que nos enfrentamos. El alumnado de hoy día no presenta las mismas caracteísticas que el de hace no mucho tiempo. La sociedad cambia y con ella nuestros alumnos/as. Creo que la apuesta debe emprender el camino de la educación de las emociones, pues es algo inherente al ser humano. Y por lo tanto permanente. Esta es nuestra apuesta y esta es nuestra inquietud profesional y educativa.
Con la apuesta por integrar elementos de la educación de las emociones, propias y de los demás, en el currículo de la práctica docente en el aula, espero -y aspiro- a solucionar problemas de mis alumnos/as que redunden en un mejor rendimiento, una convivencia positiva donde se piense cómo resolver los problemas inevitables de la misma, un esclarecimiento inicial de lo que verdaderamente nos debe preocupar, comprender mejor el mundo que nos rodea: la clase, el cole, la familia, nuestro pueblo...
Cada vez estoy más convencido de que los principales problemas en la educación -dentro de un cole o de una clase- no son de índole cognitiva, sino de concentración, de autocontrol, de esfuerzo, de armonia personal y social. Por ello, la introducción de elementos (objetivos, contenidos, estrategias...) del ámbito emocional en la cotidianidad de la clase me parecen imprescindibles. La complejidad de la sociedad en la que vivimos, y en la que está inserta familia y escuela, requiere nuevas apuestas. En la etapa de Infantil y Primaria creo que debemos priorizar los formativos y madurativos, la utoconciencia, la armonia personal, el conocimiento de sí mismo sobre los científicos. Esto no quiere decir que se deben relegar a aprendizajes segundarios. Ni mucho menos. SE TRATA DE RESCATAR AQUEL "CONÓCETE A TI MISMO" de no hace mucho tiempo en Grecia.