En mi aula de tres años tenemos como objetivo principal aprender a ser felices. Conocernos, respetarnos y querernos tal y como somos.
En la rutina diaria de clase, surgen momentos de afectividad, conflicto, pena, alegría¿ que utilizamos como punto de partida para trabajar la inteligencia emocional.
Desde el primer trimestre, tenemos un compañero de clase muy especial, es uno más de nosotros y aunque no habla, con su color y su expresión nos muestra cuáles son sus sentimientos y emociones: es el Monstruo de Colores. Ocupa un rincón fijo en la clase y cuando llegamos por la mañana lo miramos y en ocasiones esta de color verde, con la mirada serena, tranquilo, entonces nosotros intentamos hablar bajito y no hacer ruido para mantener la calma. Otros días, está de color azul, y hay lágrimas en sus ojos, la pena lo inunda, nosotros queremos quitarle la tristeza y lo cogemos, lo abrazamos, lo besamos, le hacemos cosquillas, le damos nuestro amor. Seguro que mañana esta de color amarillo pensamos. Y efectivamente, nuestras muestras de afecto lo han puesto feliz y luce una sonrisa de oreja a oreja. Entonces, nos reímos, jugamos con él, lo lanzamos al aire, nos lo pasamos de unos a otros¿ Pero hay días que se pone muy rojo, con los brazos cruzados y el ceño fruncido y parece que va a explotar. Está furioso, tenemos que calmarlo, le decimos ¡stop!, le ayudamos a contar hasta diez y respiramos profunda y lentamente con él. Pero lo que más nos gusta es verlo de color rosa, se pone así porque está enamorado de todos los chicos y chicas de la clase. Entonces, un sentimiento de amor nos invade y nos apetece abrazarnos, sonreírnos, hacernos guiños, besarnos o regalarnos una caricia.
Todos juntos hemos aprendido a reconocer las diferentes emociones que podemos sentir los seres humanos y cómo gestionarlas para tomar las decisiones adecuadas y relacionarnos con los demás y con el medio de forma positiva.
En este segundo trimestre, ponemos en práctica nuestros conocimientos para favorecer la relación con nuestros amigos de clase, desarrollar un sentimiento de grupo basado en la aceptación, ayuda, respeto y el cariño. Lo llevamos a cabo realizando actividades que forman parte de nuestra rutina diaria:
- Consolamos y damos afecto a los compañeros que están tristes por distintos motivos (llora por su mamá, se ha caído y se ha hecho daño¿)
- Nos damos los buenos días todas las mañanas y nos regalamos una muestra de afecto, desde una sonrisa, un guiño, un beso¿
- Para relajarnos nos sentamos en fila, con las piernas abiertas, mientras suena una música tranquila, y con un pincel nos hacemos cosquillas unos a otros. Se crea un ambiente de calma.
- Antes de irnos a casa nos ayudamos los unos a los otros a ponernos los abrigos y la mochila y nos damos las gracias con un abrazo de amigo.