El contenido del curso ha abordado dos importantes dimensiones de la práctica docente, por un lado, la interesantísima, apasionante e infranqueable cuestión de las UDIS, y por otro, las estrategias para el aprendizaje cooperativo.

Lamentablemente, con cada cambio de sillón en un despacho, o en una concejalía, o conserjería, o tribuna parlamentaria,... donde quiera que un nuevo cargo es ocupado, un avispado y sagaz político ( obviamente alejado de toda realidad escolar ) decide revolucionar nuestro mundo y por fin subsanar el grave problema del fracaso escolar, él sí será capaz, se sabe casi un superhéroe, un semidiós,  y en un ejercicio de suprema lucidez descubre que la problemática reside en la forma en que programamos. Tras recorrer oceanos de aplausos y vitores miles, y después de sucesivas votaciones en las mas altas esferas, el azote del fracaso escolar encarga a subalternos sucesivos y estos a sucesivos otros, la ardua tarea a acometer: derrotar al enemigo de la educación dándole otra vuelta de tuerca más al sistema educativo, retorciéndolo un poco más. Y aquí estamos, con nuevas nomenclaturas ( indicadores y rúbricas, por ejemplo, apasionante) intentando capear el temporal para satisfacer las demandas institucionales sin queja alguna. Para eso ha servido la primera parte del curso, para poder confeccionar UDIS, con más pena que gloria se están haciendo,y con más sumisión que convencimiento.

La segunda parte del curso, sí ha supuesto para mí un ejercicio interesante, y por fin, un motivo para hacer formación sin la amenaza del no-reconocimiento de trienios y sexenios, de hecho, ahora mis alumnos se organizan en grupos de 4 trabajando con las fórmulas y dinámicas cooperativas: lápices al centro, folio giratorio, los tres minutos... entretenidos con sus roles y su ruido.