"La vida familiar es la primera escuela de aprensizaje emocional; es el crisol doméstico en el que aprendemos a sentirnos a nosotros mismos y en donde aprendemos la forma en que los demás reaccionan ante nuestros sentimientos; ahí es también donde aprendemos a pensar en nuestros sentimientos, en nuestras posibilidades de arespuestas y en la forma de interpretar y expresar nuestras esperanzas y temores. Este aprenizaje emocional no solo opera a través de lo que los padres dicen y hacen directamente a sus hijos, sino que también se manifiesta en los modelos que les ofrecen para manejar sus sentimientos y en todo lo que ocurre entre marido y mujer".
Sirva a colación este párrafo de nuestro libro de trabajo para explicar lo que ha sucedido emocionalmente a raíz del secuestro y asesinato de nuestro pequeño hermano Gabriel.
La madre siempre ha querido y lo ha conseguido , que lo que quede de este caso sea la fe y las buenas acciones que han salido por todos lados y han sacado lo más bonito de la gente. Se ha negado al odio y la rabia porque ese no era su hijo ni ella tmpoco. En el hogar, la familia ha cultivado las emociones desde la infancia para que la reacción ante semejante momento sea producto de un buen aprendizaje emocional.
Que se despierten emociones muy interesantes de esta noticia es natural, como explica, Ignacio Morgado, director del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona y autor de "EMOCIONES CORROSIVAS". No le extraña que muchos hayan querido relacionar este caso con otros temas: "La gente esta indignada por otras razones y sirve una conexión, no pierde oportunidad para ligarlo. Es una tendencia emocional que tenemos todos. La emoción se nos impone".
Pero, aunque no podamos controlar cómo nos sentimos, sí podemos controlar cómo reaciionamos ante nuestras emociones.
Jonah Berger, profesor de la Universidad de Pensilvania, explica en su libro: "Contagioso, que dos de las emociones que más nos llevan a compartir contenidos en internet, son la ira y el humor".
Morgado apunta que damos rienda suelta a nuestro odio cuando nos sentimos respaldados y creemos que lo que decimos no tiene consecuencias. Esto ocurre en el entorno familiar y con los amigos donde nos sentimos protegidos y más en las redes sociales donde nos sentimos parapetados.
Tendemos a pensar que emoción y razón son dos cosas separables y que podemos decidir pensar racionalmente sobre un tema sin que influyan las emociones. pero, es imposible, sin que nos demos cuenta, que nuestras emociones influyan continuamente en nuestra razón y viceversa.