Usar metodologías activas, ser competente digital, evaluar por competencias, hacer rúbricas para todo, convertir los estándares de aprendizaje en dogmas de fe... son ahora nuestros principios básicos de educación; olvidando lo más esencial, lo que año tras año, curso tras curso, han ido haciendo montones de maestros, profesores y educadores en general. Si, hablo de la vocación, de la ilusión, de hacer ver lo evidente, de incorporar a la vida del alumnado lo fundamental de la misma, de hacer suyo lo nuestro.
La innovación educativa no se encuentra en el uso de las nuevas tecnologías. La innovación en educación está en la imaginación que el docente le pone a su labor, para que un niño, un adolescente, vaya a un cole, a un IES; a estar con los amigos; a aprender un montón y a pasárselo bomba; sin faltar al respeto, sin faltar a la obligación; siendo uno más, pero una pieza imprescindible de todo este engranaje.
Esto es lo que para mi supone trabaja; intentar ilusionar e ilusionarme con algo que siempre llene, no se olvide y sea útil. Trabajar y hacerles trabajar con mucho sentido. Investigar, valorar, seleccionar, equivocarse como acciones normales que son de la propia vida. Para ser personas con sus virtudes y sus defectos, conociéndolos y aceptándolos. No tener miedo de empezar de nuevo.
En definitiva, es probar, no para ver qué sale; sino para ver de lo que yo, como docente, y ellos, como alumnos, somos capaces de saber, hacer, ser y saber estar. Si para ello debemos ser especialistas en estándares, lo seremos. Podremos explicar el por qué de un proceso y será el primer paso para el siguiente.