REFLEXIONES DE UNA GESTANTE  SOBRE MINDFULNESS

Me llamo Elisabet y estoy de baja por motivo de mi embarazo desde mediados de curso.  Aunque en la primera mitad del curso empecé a tantear las técnicas de mindfulness con mi alumnado, cuando estoy experimentando con más intensidad los beneficios de este modo de vida es con mi situación personal.

Me he estado formando e informando sobre la necesidad de tomar conciencia y atención plena  de uno mismo y del mundo que te rodea durante esta etapa.

En todos los artículos que he leído, vídeos e incluso en las clases de preparto, nos insisten mucho en la necesidad de estar relajada, sosegada y prestar atención a los cambios que experimenta nuestro cuerpo.

Sobre todo, para la hora del parto es fundamental no dejarse llevar por emociones como el miedo, ya que está científicamente demostrado que estos estados aumentan el nivel de adrenalina en la madre y eso impide la generación de oxitocina que  ayuda a dilatar.

O sea, la mayoría de partos se producen de noche porque estamos en estado de bienestar y placer, ese estado genera oxitocina y nos ayuda naturalmente a dilatar y tener un parto más rápido y menos complicado, por el contrario si nos bloqueamos con miedo y excitación alarmante, la adrenalina comprimirá nuestros músculos y dificultará el alumbramiento.

¡Vaya! ¡Parece que sí es importante entrenar la atención plena y la gestión  de las emociones!

Esta circunstancia se puede aplicar a múltiples situaciones vitales, como muy bien se describe en el libro de Mindfulness y equilibrio emocional de Margaret Cullen y Gonzalo Brito.

Lo que ocurre es que el foco de mi vida en estos meses está centrado en el embarazo, el parto y luego la crianza, sobre todo teniendo en cuenta que  este es mi primer hijo.

Leyendo manuales  y visionando vídeos de Carlos González, famoso pediatra y nutricionista, también he descubierto la importancia del equilibrio emocional tanto para los  padres como para los hijos. Los bebés aprenden todo lo que ven y experimentan, si queremos que nuestro hijo sea una persona equilibrada emocionalmente y en definitiva, que sea feliz, es fundamental que seamos un buen ejemplo de equilibrio emocional.

En España es muy habitual encontrar patrones de crianza restrictivos y conductistas. Patrones que obligan a comer a los hijos aunque no tengan hambre o que los bañan obligatoriamente a la misma hora cada día. Convirtiendo momentos del día que deben ser agradables en auténticas pesadillas. Creo y estoy a favor de una crianza que respete la propia naturaleza. He visto niños manchándose y manchándolo todo, pero comen felices y experimentan las sensaciones que algo tan básico como la comida produce en ellos.

 Quiero decir, que desde que nacemos estamos preparados para atender plenamente en nuestro entorno. De manera natural. El problema en el que ha caído esta sociedad occidental es en olvidar que los seres humanos somos elementos del ecosistema, de la Naturaleza y como tales somos más felices cuando se nos deja libertad para sentir sin cortapisas, sin miedos ni tabúes que lo único que hacen es hacernos seres infelices y frustrados.

Si todo esto lo aplicamos a la educación, nos daremos cuenta de que necesitamos un profundo cambio en el sistema educativo.

Aprender debe ser algo placentero, descubrir es innato en el ser humano. No se aprende lo que no nos emociona, luego el cambio de la educación, a mi juicio,  debe ir encaminado a buscar métodos e incluso contenidos que emocionen a nuestro alumnado. Aunque eso  conlleve eliminar, pongo por ejemplo, la morfosintaxis en los planes de estudio de Lengua castellana.

Como con los bebés, el alumnado debe ser capaz al terminar la educación secundaria, de gestionar sus emociones, de elegir el camino que más le satisfaga como persona y sobre todo debe tener ilusión por enfrentarse al mundo con sus emociones agradables y desagradables. Afrontar la VIDA, sí, con mayúsculas. Darse cuenta de que no vivimos solos, ni somos el centro único del universo. Respetar y respetarse. En definitiva, se trata de cultivar esa compasión, amor y valores que nos hacen regresar al mejor estado de bienestar en que se puede estar. El estado de aceptación y equilibrio con uno mismo y con el mundo.

Me siento muy afortunada por estar experimentando actualmente la gestación de mi bebé, precisamente ahora que estoy metida de lleno en este aprendizaje y entrenamiento de mindfulness. Esto me está permitiendo disfrutar plenamente de mi embarazo, me anima a pasear y sentarme en la orilla del mar y entrenar la atención plena. Siento dentro de mí las respuestas de mi bebé que me transmite una felicidad inconmensurable.

Sin duda, recomiendo encarecidamente a todo el mundo, sea de la profesión que sea ,  sea hombre o mujer, embarazada o no, de la edad que sea, el ejercicio del mindfulness. Mi compromiso con este modo de vida no acaba más que empezar y tanto en mi vida personal, en la crianza de mi hijo, como en mi vida profesional, voy a seguir trabajando estas técnicas.

Sólo tenemos el presente y como seguro de vida final, la muerte.  Me parece que la manera más inteligente de vivir es en el presente, degustando toda la gama de sabores y sinsabores que nos ofrece la paleta vital en la que nosotros podemos elegir el color con que pintamos en cada momento.