Últimamente, al acercarme a la neuroeducación, me encuentro con la agradable sorpresa de que defiende el mismo principio básico en que he creído siempre de forma instintiva: solo se aprende aquello que se ama, si no hay emoción no hay aprendizaje. Lo otro es inútil, se pueden memorizar datos sufriendo durante horas, pero si no hay curiosidad y entusiasmo, lo supuestamente aprendido desaparece enseguida. El reto está ahí, en encontrar el modo de despertar esa curiosidad necesaria para atrapar lo que deseamos. Yo lo siento y lo creo, lo difícil es contagiarlo y hacer que surja en el otro, el desanimado, el que sufre estudiando. ¡Pero seguiré intentándolo y Lolo nos ha dotado de herramientas nuevas! Gracias