A lo largo de este documento, nos gustaría analizar la importancia que tiene papel docente en los procesos de lectura y escritura, así como la forma de abordar estos procesos puede determinar el desarrollo de los mismos.
El lenguaje escrito, por tanto, no se aprende de forma espontánea en la escuela, por ello es determinante cómo se enfoca este proceso en el ámbito escolar, es decir, cómo la actitud docente hacia el lenguaje, así como las situaciones de enseñanza-aprendizaje dispuestas, determinarán el acercamiento de nuestro alumnado al mundo letrado y, por tanto su aprendizaje.
Así, desde la perspectiva constructivista del aprendizaje y el enfoque comunicativo del lenguaje, Fons (2010) destaca una serie de aspectos que los/las docentes debemos de tener en cuenta a la hora de abordar el desarrollo lectoescritor. En primer lugar, puesto que partimos de la idea de que el alumnado acude a la escuela con unos conocimientos previos acerca de la lectura y escritura, es necesario que el/la docente conozca qué conocimientos son los que posee el niño o niña para poder determinar así el punto de partida y poder organizar las situaciones de enseñanza-aprendizaje que permitan aprender a leer y escribir de forma significativa, ayudándoles de esta manera, a avanzar en su aprendizaje. Por otra parte, en los casos en los que el alumnado proceda de ambientes en los que el contacto con la lengua escrita es escaso, o en caso de que la lengua en que se llevan a cabo los aprendizajes en la escuela suponga para el alumnado una segunda lengua, los docentes deben ser muy sensibles a estas circunstancias y adecuar un ambiente alfabetizador que facilite el acceso al mundo letrado y sobre todo el acercamiento a la segunda lengua. Por tanto, se hace imprescindible que sea cual sea la estimulación previa del alumnado respecto al lenguaje escrito, es necesario que los/las docentes creen un entorno alfabetizador rico en estímulos lingüísticos y que favorezca el acceso a los mismos por parte del alumnado.
Aprender a leer y escribir, como hemos mencionado en algunas ocasiones, es un proceso complejo que dependerá de las situaciones de aprendizaje dispuestas por el/la enseñante. Desde el enfoque comunicativo, el aprendizaje de la lectura y escritura debe llevarse a cabo a través de la interacción de sus protagonistas en situaciones de aprendizaje. Por tanto, será función del/la docente organizar estas situaciones para que las habilidades lingüísticas y comunicativas sean la herramienta principal de comunicación entre el alumnado y alumnado-docente. Se trata, por tanto, de ofrecer situaciones de interacción en las que la lectura y escritura sean necesarias, mostrando así la funcionalidad y significatividad de dichos procesos para la vida cotidiana del alumnado. De nuevo, siguiendo a Fons(2010) la calidad de los textos impresos que ofrecen estas situaciones de lectura y escritura, favorecerá que el alumnado entre en contacto con las características, funciones y propiedades del texto escrito. De ahí, que se resalte la especial importancia que tienen en estos procesos las situaciones de enseñanza-aprendizaje que fomenten la interpretación y producción de textos relacionados con la vida cotidiana del alumnado (cartas, listas, noticias,¿) haciendo especial énfasis en los cuentos infantiles, los cuales son uno de los textos más adecuados para la edad infantil, no sólo por sus características textuales, sino por el interés y satisfacción que reporta el contacto con los mismos para el alumnado (Nemirovsky, 2010)
De igual modo, Fons (2010) establece que un aspecto fundamental para que se lleven a cabo interacciones lingüísticas en el aula de forma significativa, es necesario crear un clima afectivo de respeto y confianza, con el objetivo de que el alumnado se sienta seguro a la hora de participar y e interactuar en dichas situaciones. Es decir, el alumnado debe sentirse escuchado y aceptadas sus opiniones e ideas, por parte del/la docente y el resto de iguales. No debemos olvidar, que al igual que en el resto de aprendizajes, el aprendizaje de la lengua será mucho más efectivo si se une lo cognitivo y lo emocional.
Es importante tener en cuenta que los niños y niñas nacen en una sociedad alfabetizada en la que los adultos más cercanos se convierten en su modelo, por tanto, el/la docente se convertirá en modelo de escritor y lector, por lo que una actitud favorable hacia estos procesos fomentará el establecimiento de relaciones positivas hacia la lectura y escritura por parte del alumnado. Así es como, según Cassany (2004) los/las docentes debemos dar ejemplo al alumnado en nuestro papel como lectores y escritores activos, para que así el alumnado se anime y se inicie en estos procesos a través de los cuales los/las docentes serviremos de guía y ayuda.
Se trata de dar al alumnado la oportunidad de leer y escribir, de formularse preguntas y formularlas a los demás, aproximarse a la lectura y escritura como procesos que forman parte de nuestra vida, así como darles la oportunidad de equivocarse en el camino, pues solo a partir de una concepción positiva del error podremos ayudar a nuestro alumnado a avanzar. Se trata, por tanto, de percibir el error como fuente de aprendizaje. De igual modo Fons (2010) establece que las interacciones que el/la docente debe promover deben partir de una serie de ejes fundamentales, entre los que resaltamos:
- Ser pacientes, no intervenir antes de tiempo. Se trata de un proceso que requiere tiempo. Un tiempo que será diferente en cada alumnado, pues cada persona avanza a un ritmo diferente. El docente por su parte, debe responder con una escucha activa intentando interpretar lo que el alumnado pretende manifestar. De igual modo no es aconsejable intervenir sin ser requerido por el alumnado. En lugar de mostrarles si hemos encontrado algún error, es recomendable sugerirles la revisión de sus escritos para que sean ellos/as mismos/as quienes reflexionen sobre sus producciones.
- Formular retos alcanzables para el alumnado, dentro de su Zona de Desarrollo Próximo, ya que si proponemos objetivos que el alumnado no esté capacitado para alcanzar éste perderá el interés, aparecerá la desmotivación y bajará su autoconfianza; así como si proponemos retos demasiado fáciles difícilmente supondrá un reto y por tanto no avanzará en su conocimiento. Así mismo es fundamental elogiar cualquier avance, principalmente tras la modificación o corrección de sus escritos para que el alumnado perciba que los procesos de lectura y escritura son procesos que surgen como resultado de continuas mejoras y modificaciones.
- Ante el planteamiento de una situación de enseñanza-aprendizaje, el docente debe orientar al alumnado para que sea este el que busque y halle la solución, desarrollando así su autonomía como lector y escritor competente, pero nunca dar la información necesaria, pues esto no implicará un esfuerzo ni reto por parte del alumnado y la construcción de un nuevo conocimiento no tendrá lugar.
- Guiar la búsqueda autónoma de soluciones. Los/las docentes debemos ofrecer a nuestro alumnado estrategias para que sean ellos o ellas quienes busquen la solución de manera autónoma, autonomía que se ve favorecida cuando se comparten las estrategias con el resto de compañeros/as del aula.
- Leer y escribir con sentido para los niños /as y delante de los niños/as, convirtiéndose así en modelo de lector y escritor. Como hemos mencionado anteriormente, Nemirovsky (2010) defiende que leer al alumnado en voz alta no sólo permite desarrollar y mejorar la lectura de los más pequeños sino que favorece el establecimiento de una relación afectiva importante que permitirá que el alumnado perciba la lectura como una experiencia positiva. Por otra parte escribir para los niños/as hace que éstos vayan asimilando poco a poco estrategias de escritura, así como muestra las propiedades de los diferentes tipos de texto, siendo especialmente importante implicar al alumnado en la elaboración conjunta de la escritura. De esta manera, según Trujillo (2005), las estrategias de aprendizaje donde el/la docente propicia dicha interacción, posibilitan que el alumnado pongan en funcionamiento una gran cantidad de destrezas lingüísticas y comunicativas. Fons (2010), por su parte, establece que en la producción conjunta de textos hay tres fases que los/las docentes deben respetar y compartir con el alumnado, principalmente a edades tempranas: planificación, llevándoles a reflexionar sobre qué vamos a escribir, tipo de texto, disposición,¿; textualizar, pidiendo su participación en la construcción de las palabras del texto; y revisión, intercambiando ideas acerca de las mejoras que pueden añadirse al texto. De esta manera, al hacer al alumnado partícipe de este acto compartido, se propicia la reflexión y discusión, motivando así su interés por formar parte de este proceso.
Por tanto, el/la docente se convierte en una pieza clave en los procesos de lectura y escritura. Así, por una parte, bajo la perspectiva constructivista del aprendizaje, ha de actuar como facilitador de situaciones y estrategias necesarias para que el alumnado lleve a cabo la construcción de su propio aprendizaje, descubriendo el lenguaje como medio de comunicación y relación social; de forma activa y autónoma; partiendo de su nivel de conocimiento y ofreciéndole de esta forma situaciones comunicativas que les permitan ir evolucionando y creciendo como lectores y escritores, en base a su propio ritmo de aprendizaje. Por otra parte, y no menos importante, debemos resaltar la importancia de su figura como modelo de lector y escritor, contagiando su satisfacción por estos procesos al resto de su alumnado y haciéndoles partícipes del mismo. Todo ello, no debemos olvidar, bajo un clima positivo de afecto e inclusión, ya que el cariño y sentimiento de aceptación son los principales lenguajes entendidos por los niños/as.