Formación en centros

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La sociedad en que vivimos está en constante y vertiginoso estado de cambio. Ya no existen, pues, ni las verdades absolutas ni los conocimientos duraderos. El conocimiento, deviene, por tanto, múltiple e incierto, fruto del continuo cambio que rige la sociedad de la información. Debido a ello, se revela urgente la necesidad de redefinir la profesión docente y adaptarla a esta realidad heteróclita y variable, sometida a cambio continuo. En este sentido, se hace más necesaria que nunca una formación y/o actualización por parte de las asesorías en las diversas herramientas TIC, con la intención de impulsar, desde el manejo de ellas, un cambio en la formación del profesorado, para que esta se adapte mejor a la realidad del aula y sirva para dar una respuesta eficaz a las necesidades que surjan durante el proceso de enseñanza-aprendizaje.

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Reflexión a partir de "La formación y el desarrollo profesional del profesorado. Hacia una nueva cultura profesional", de Francesc Imbernón

Pese a no ser un libro muy extenso -apenas 163 páginas, bibliografía incluida-, su lectura es compleja, pues requiere un profundo proceso de reflexión y de indagación en el andamiaje que Francesc Imbernón va construyendo a lo largo de los catorce capítulos que lo componen.
Precedido de una breve pero lúcida introducción en la que el autor reconoce el interés que en los últimos años ha despertado la formación del profesorado como elemento clave del sistema educativo, entendido como un proceso dirigido a la revisión y renovación de conocimiento, actitud y habilidades previamente adquiridas, determinado por la necesidad de actualización motivada por los cambios y avances de la tecnología y de las ciencias.
Aunque se ha escrito mucho sobre formación del profesorado y los agentes encargados de ello (formadores, asesores¿), la novedad que aporta Imbernón es que parte de una rigurosa reflexión previa sobre seis puntos:
- Análisis de los conceptos de educación, formación y profesorado.
- Análisis de los cambios sociales y de las necesidades futuras de la sociedad.
- Análisis de la situación actual de las instituciones de formación.
- Análisis de la situación actual de la enseñanza.
- Análisis de la situación actual de la profesión docente y de su cultura profesional.
- Redefinición de las funciones y responsabilidades del profesorado.
A partir de esta reflexión previa, se vincula la formación al desarrollo de la profesión, pues la considera como ¿un aprendizaje constante, acercando esta al desarrollo de actividades profesionales y a la práctica profesional y desde ella¿. Esto supone concebir la formación como un proceso dinámico que supera los componentes técnicos y operativos externos impuestos, que no tienen en cuenta ni al colectivo ni las situaciones problemáticas de la práctica del profesorado.
A este nuevo enfoque debe sumarse que la formación ha de estar centrada, principalmente, en las prácticas (obviamente colaborativas) del aula y del centro, lo que significa poner en valor y prestigiar el carácter específico del profesorado, siendo concebidos los profesores y profesoras como auténticos ¿agentes sociales¿, planificadores y gestores del proceso de enseñanza-aprendizaje, que pueden y deben tomar parte en los complejos sistemas que conforman la estructura social. Para ello es imprescindible establecer un proceso de revisión de las funciones de la presión, un análisis de si el colectivo docente conforma y/o está inmerso en una profesionalización y de cultura profesional en desarrollo. 
Aunque obviamente, un proceso de profesionalización puede mejorar a un colectivo (prestigio, remuneración, condiciones, control¿), también puede ser interpretado como una demanda técnica y exclusivista de la profesión. No obstante, el profesorado no debe limitarse a reivindicar una profesionalización técnica y un profesionalismo en la función docente, sino que debe exigir una nueva cultura profesional que facilite espacios de reflexión, individual y colectiva, sobre las condiciones en las aulas y en los centros, ganando así en democracia, control y autonomía.
En este cambio del papel del docente, la formación debe estar vinculada al desarrollo de nuevas competencias docentes. Por ello, debe fomentarse el desarrollo de procesos autónomos de trabajo que, al mismo tiempo, estén dentro de estructuras formativas horizontales -entre iguales-, con lo que la formación deviene permanente, participativa, solidaria, colaborativa y vinculada a proyectos de innovación.
Otro aspecto que me ha parecido interesantísimo es el dedicado a la ¿Formación inicial del profesorado¿ (capítulo V), que es considerada como el primer paso hacia la cultura profesional. Es obvio que un sistema educativo potente debe contar con unos profesionales excelentes y en España falla tanto la formación inicial como el sistema de acceso a la función docente pública. 
Esta formación debe ser flexible y es necesario introducir una metodología que esté presidida por la investigación acción y que vincule constantemente teoría y práctica. En este sentido, la formación del profesorado en la etapa inicial debería orientarse a:
- Proporcionar los conocimientos técnicos suficientes.
- Vincular los nuevos conocimientos de manera significativa con los ya establecidos.
- Incluir conocimientos, estrategias metodológicas, recursos y materiales que sean funcionales tanto personal como profesionalmente. 
- Permitir la atención a la diversidad de los alumnos.
- Facilitar una visión integral a través de las prácticas.
- Promover experiencias interdisciplinares.
- Facilitar la discusión de temas.
- Promover la investigación.
- Favorecer la reflexión.
- Estimular la participación y la capacidad de análisis acerca de la complejidad del hecho educativo.
Igualmente, me ha parecido interesante el enfoque dado al proceso de profesionalización del profesorado novel. Tras analizar algunos de los problemas con los que se encuentra, explicita algunas estrategias para su formación, que nosotros, como asesorías de formación, debemos conocer y tener en cuenta a la hora de diseñar la formación del profesorado novel: aportaciones desde la experiencia, supervisión de compañeros, tutores-formadores, seminarios de apoyo y reflexión, intercambios de experiencias, diarios, tutorización mediante mentores o supervisores y prácticas de triangulación.
Respecto a los modelos de formación permanente del profesorado que existen, destaca:
- El modelo de formación orientada individualmente.
- El modelo de observación/evaluación.
- El modelo de desarrollo y mejora.
- El modelo de entrenamiento o institucional.
- El modelo de investigación o indagativo.
- El modelo de formación y cultura profesional.
En cuanto a los sistemas de intervención en la formación, o análisis de las prácticas y contenidos que se dan en los procesos de formación conviene destacar que estos deberían:
- Partir del análisis de la situación (necesidades, demandas, problemas, experiencias¿)
- Establecer una metodología de resolución de problemas profesionales.
En esta propuesta aparece el concepto de ¿profesorado investigador¿, que supera el rol de reproductor al aportar propuesta de mejora profesionales mediante la reflexión sobre la práctica profesional.
Solo con este nuevo profesional reflexivo y crítico podemos aspirar a convertir el centro educativo en núcleo del desarrollo profesional, y solo desde este ámbito se puede conseguir una formación más autónoma y colaborativa, que tenga como finalidad el cambio educativo, la mejora educativa y la innovación.
Asimismo, me ha parecido sumamente interesante el papel de los Centro de Profesorado en este nuevo marco de desarrollo profesional en que el profesorado ha de ser sujeto activo de su propia formación, que puede y debe realizar una labor importantísima como agente dinamizador ante la innovación educativa y el desarrollo curricular.
Tal concepción me ha hecho reflexionar sobre el papel de las asesorías, cuyas funciones no se limitan al terreno del asesoramiento, sino que también realiza tareas de gestión de la formación y asume responsabilidades en el equipo pedagógico del centro de profesorado. Por eso, su formación, aunque conlleve el riesgo de ser excesivamente especializada, ha de ser polivalente. Un asesor debe ser capaz de colaborar en la resolución de problemas, implicando al profesorado en un proceso de reflexión en la acción. El papel de guía y mediador entre iguales no da soluciones, sino que ayuda a encontrarlas: debe ser el catalizador que ayuda a generar un conocimiento compartido mediante la reflexión crítica. Además, el asesor ha de ayudar a analizar las necesidades de formación, colabora en proyectos de formación en centros, aconsejar la implantación de innovaciones, ayudar a diagnosticar obstáculos, convirtiéndose en mediador del proceso formativo.
También me ha llamado la atención el capítulo 12, en el que el autor llega a la conclusión de la importancia crucial de la investigación-acción como proceso de desarrollo de una nueva cultura profesional del profesorado. La investigación debe modificar la forma de trabajar del profesorado y debe tener un innegable impacto en el aula. Este es el principio que debe regir la nueva cultura profesional del profesorado, que une teoría y práctica, experiencia y reflexión, acción y pensamiento, tanto para el desarrollo personal como profesional. En este sentido, la investigación-acción en la formación del profesorado es asumida como un compromiso político, y no técnico, o solo de mejora profesional, pues ofrece la posibilidad de comprometer y transformar el conocimiento de los profesionales investigadores sobre sí mismo, en la medida en que los lleva a reconstruir y transformar su práctica cotidiana y a teorizar y revisar continuamente sus procesos educativos.
Antes del capítulo final, de resumen y revisión del volumen, aborda las obvias resistencias que la formación, concebida como un proceso continuo de revisión y cambio, provoca en parte del profesorado. Estas reticencias aumentan cuando se tiene la percepción que la formación es obligatoria e impuesta, por ello el asesor debe actuar como un catalizador que haga al profesorado partícipe de una necesidad colectiva, de un proyecto común de centro, de una inquietud compartida por mejorar la práctica docente y encontrar nuevos caminos para el desarrollo profesional.
Y esta es la principal enseñanza que extraigo del libro, pese a su aridez en algunos momentos: me ha hecho reflexionar sobre mi función como asesor y mi compromiso como profesor con la formación continua como forma de desarrollo profesional.  
 
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