He leído con interés los dos artículos de Jaime Martínez sobre el método ABN.
A propósito de la investigación llevada a cabo en varios colegios de Cádiz, me pregunto si el autor tiene suficientemente en cuenta un elemento que puede contaminar los resultados: el hecho comprobado de que el particular entusiasmo y dedicación de los maestros que ¿creen¿ en el método que aplican (sea el ABN u otro) se contagia fácilmente al alumnado. Según esto, una parte importante del mérito de los buenos resultados obtenidos en la investigación por los ¿grupos ABN¿ quizá tendría que atribuirse no tanto al método en sí, sino al entusiasmo de un grupo de maestros que se sienten identificados con el método que aplican.
Por otra parte, percibo una cierta simplificación en el hecho de atribuir al método ABN una serie de prácticas docentes que comúnmente se admiten como válidas (como el tener en cuenta las experiencias propias del niño, el tratar de respetar el ritmo de aprendizaje de cada alumno, o el reservar un lugar importante a la estimación, al cálculo mental o a las tareas manipulativas), dando por supuesto que todo lo demás es ¿metodología tradicional¿, ¿viejos formatos de las operaciones básicas¿, donde esas sanas prácticas docentes no se tendrían en cuenta.