Me parece acertada la crítica que hace el texto del uso abusivo del trabajo escolar sobre papel (especialmente en las primeras etapas de la escolaridad, cuando el niño aún no es capaz de realizar determinados procesos de abstracción). Un buen ejemplo es el de la utilización de fichas de Música y Educación Física incluso en niños de 3 o 4 años (por supuesto, en interés de las editoriales que ofrecen tales materiales impresos a los Centros educativos).
También encuentro interesante la reflexión del autor sobre la riqueza de contextos numéricos en los que vive el niño, donde se hace patente que el número no sirve únicamente para contar, sino también para nombrar, ordenar, medir, etc.
La ambigüedad de los dibujos que se proponen a los alumnos para representar los distintos números está bien ejemplificada: a menudo, dice el texto, se utiliza una cara (con sus ojos, nariz, boca...) para representar el número UNO, y poco después se presenta al alumno el dibujo de una nariz o un ojo como modelo del mismo número.
El texto detalla la progresión recomendable de actividades para un mejor acercamiento al sentido del número: búsqueda y creación de conjuntos equivalentes, establecimiento de patrones (primero con significado y luego abstractos), ordenación de patrones y aplicación de la cadena numérica. Señala acertadamente el texto que las primeras fichas de trabajo que se utilizan con los alumnos más pequeños pretenden que el niño reconozca y asigne cardinal a conjuntos representados por dibujos, olvidando a menudo los procesos previos de adquisición del sentido del número con objetos reales.