Se cierra ya nuestro con-cierto (mucho) sentido para todos los que hemos trabajado en él. Cristina, Alan, Juanma, Marideli y yo empezamos un camino que, aunque trazado concienzudamente al principio, nos empezó a abrir muchos otros, escondidos, sorprendentes y enriquecedores, que han transformado nuestro proyecto en una aventura pedagógica llena de experiencias y aprendizajes para nosotros mismos.

El primero de ellos, y quizás el más importante, ha sido volver a sentir cómo se multiplican exponencialmente los resultados cuando se trabaja en equipo. Esa especie de sinergia que se produce cuando todos vamos con entusiasmo cargados de ideas para compartir con los demás. Lo que nos recuerda que la enseñanza es un acto social, porque el ser humano aprende en grupo mucho más que en solitario. Importante tenerlo presente en esta época que vivimos de tutoriales, cursos no presenciales, clases individuales y el mundo en una pantalla, sin contacto real.     Sentirse alumno es imprescindible para un profesor. Y así nos hemos sentido hasta el final, con la guinda que ha sido la participación en esta última semana en las II Jornadas de Prácticas Pedagógicas Innovadoras y Buenas Prácticas Docentes organizadas en la UHU por el Cep, para las que fuimos seleccionados. Ahí se nos ha encarnado el ideal actual: lo eficaz que es trabajar por proyectos y mediante grupos de trabajo. Innovación, renovación y futuro en la Didáctica. Crear ideas, desarrollarlas, presentarlas, compartirlas y servir para inspirar otras nuevas ideas, motivando y valorando la vocación de nuestra profesión de enseñar -a todo el que quiera aprender- un conocimiento que está en permanente cambio en una realidad que estamos transformando nosotros mismos cada día desde nuestras aulas. Porque la Pedagogía es, y debe ser siempre, una ciencia viva.

Hemos escuchado muchas -muchísimas- obras maestras que ya conocíamos pero de una manera diferente, o mejor dicho, de muchas: todas las que se nos ha ocurrido aconsejarnos unos a otros según nuestras diferentes especialidades profesionales. Y así, hemos encontrado sutilezas muy significativas que no sabíamos que estaban ahí, y que ahora hace que esas viejas músicas se nos presenten con un sentido nuevo.   Hemos estado en contacto con todo nuestro claustro, que nos aportaban  aconsejándonos obras bien conocidas por ellos y quizás menos conocidas por nosotros, que han resultado de gran interés para nuestro proyecto, convirtiéndolo en un trabajo de todos.     Hemos aprendido a manejar todo tipo de herramientas de comunicación y de presentación tales como Canva, jimdosite, youtube con códigos QR, y hasta Colabora!       Hemos reciclado nuestros antiguos conocimientos en lenguaje musical para renovarlos a las nuevas metodologías, hemos sacado nuestros recuerdos técnicos de armonía, análisis, historia y estética,  y hemos renovado y así ampliado nuestro repertorio en intérpretes actuales de primer orden. Hasta hemos aprendido a hacer bizcocho de zanahorias, el más imprescindible en nuestras reuniones. Jeje!

En conclusión, los que se propusieron enseñar han sido los primeros aprendices, y dándole forma y dándole vida es como más hemos creído en su funcionalidad. Ahora, como dice el título del post, este final marca el comienzo, la parte más bonita, llevarlo con fe, confianza e ilusión a los alumnos y sus familias, porque lo que empezó siendo un proyecto ahora es ya una realidad. Gracias.