Desde la Física y Química, a veces, no hay respuestas inmediatas. Una situación problema conlleva un planteamiento, un algoritmo de resolución, enfrentar ideas, elegir un caminio y llegar a una respuesta o solución. Pues bien, aquí es donde radica una de las principales dificultades de mi materia. He intentado colaborar en la medida de lo posible:
1. Lectura comprensiva de los enunciados-problema.
2. Extracción de información relevante (datos)
3. Planteamiento del problema: con datos, esquema, dibujo. ¿Qué tengo? ¿Qué me piden?
4. ¿Por cuál qué camino seguir? Elegir la ley de la naturaleza adecuada para la resolución: ¡ENUNCIAR UNA LEY! (que no nombrar)
5. Aquí, las matemáticas entran en juego (otra dificultad añadida)
6. Resolver, dando sentido físico a la solución.
7. Concluir y, a poder ser, por favor, escribir una pequeña oración con sentido que resuma el resultado.
Tras todo esto... Cuando te conviertes en guía y hablas más de quince minutos, el alumnado de 2º y el de 3º (durante el primer y segundo trimestre, luego parecen madurar) ha ido desconectando y se ha ido perdiendo en el paso 3, en el 4 o en el 1...
Otra dificultad que me encuentro, en este caso en las pruebas escritas, son las cuestiones de razonar (justificar, explicar, verificar, falsear): ¿Por qué el alumnado solo contesta V o F a pesar de que se les dice que hay que...? ¿Por qué se asombran cuando se les pide que las afirmaciones que consideren como verdaderas deben de explicarlas? ¿Acaso no sería conveniente llegar a un concenso a nivel centro para que todos actuemos igual según este tipo de pregunta en las pruebas escritas?
No obstante, yo persisto y seguiré haciéndolo porque ayuda a desarrollar la escucha activa: está claro que el alumnado con mayor desarrollo de la escucha activa es el que acaba obteniendo mejores resultados.