Poco ha, en una infatuada sesión por la que desfiló una nutrida muestra de tecnologías, que, según consenso, parece que mayoritariamente admitido,contribuyen a una mayor implicación de nuestros alumnos en el proceso de aprendizaje, a pesar de la reticencia de algunos otros en lo que toca, no ya a la fluidez en la expresión, sino a la nuda expresión, si alguna vez crece o, por el contrario, mengua aún más, que es precisamente de lo que trataba este proyecto, durante la exposición el ponente tiró, con todo el peso y la enjundia que puede sugerir, de una frase atribuida a Platón en la que este afirmaba que se aprende más en una hora de juego que en un año de conversación, se me vino a las mientes otra, ésta parece que no atribuida, sino considerada certera y cierta, sacada de uno de sus diálogos, Fedón, en el que Sócrates, después de tomar la ponzoñosa cicuta, en el trance de su agonía le espeta a Critón, con esa ironía sutil y única, propia del grandísimon ateniense, "Critón, le debemos un gallo a Asclepio". Todavía hoy, después de infinitas lucubraciones, esta frase sigue siendo un enigma, tal vez más complicado que el que proponía la Esfinge a los cuitados ciudadanos de Tebas y que sólo el de los pies hinchados fue capaz, ay, para su ruina y perdición, de resolver. Así, también pensaba que en aquella otra frase antedicha en la que habla del juego, a pesar de que parezca explícita y palmaria, quizá entrañe algo enigmático también, pues no sabemos quién pudiera ser ese interlocutor, tal vez una acémila, con el que nos pasáramos un año entero conversando. 

    Uno, que no pretende enmendarle la plana al de los hombros anchos, cree, sin embargo, que si el juego entraña un aprendizaje, no menos lo hace la conversación, en la que manejamos la palabra, con todo su poder de fascinación. Por ello no creemos que una hora de juego venga a suplantar todo lo que puede colegirse de esos diálogos, conversaciones en rigor, que pueden durar más que años, una vida entera, o aun más de una. Una buena parte de la suya, harto dilatada, empleó el de Atenas ( de Egina, según otros) en escribirlos.

    Y uno asume que su perspectiva ya está mermada por lo provecho de la edad, por haber tirado sólo de la palabra para sostener su officium y no se le escapa tampoco la importancia del ludus en el aprendizaje, como bien sostuvo el docto y versado ponente, pero aún no ha sido capaz de discernir el misterio de las churras y las merinas, ni tampoco el de los culos  y las témporas. Y en ello estamos con la gamificación y el PLC. Veremos