Hétenos de nuevo aquí, un poco magnis itineribus, pues, a punto de cumplirse la medianoche, la hora en la que el autor de la sinfonía fantástica cifraba la marcha al cadalso, topamos con unas palabras de la coordinadora del proyecto en nuestro centro, que me recuerda que hoy es el último día para trazar aquí unos renglones y me insta más que asépticamente a darme a ello. Esos compases incisivos, rematados por las campanadas atenazadoras del incesante reloj se nos vienen a las mientes mientras las agujas cabalgan inexorables hacia la medianoche y los dedos recorren este teclado, tal hacía una avezada manejadora de estos ingenios en una de sus demostraciones que dejaban encandilados a los asistentes. Y de esta guisa retomamos aquí nuestra colaboración, un iter novum que va jalonando convenientemente todo el proyecto. Colaboraremos, pues.