La transferencia de la formación a la ocupación es una de las maneras prácticas de comprobar el logro de los objetivos formativos, es decir, de la calidad de uso de aplicación, ésta depende en gran parte de los mecanismos que aseguran la aplicabilidad del proceso de aprendizaje a la organización. Por lo anterior una buena evaluación de la transferencia va a permitir planificar una formación de calidad (López Camps, 2005). Hasta ahora se han señalado diferentes modelos de evaluación de la transferencia utilizados por diferentes organizaciones a nivel internacional, como por ejemplo las que se proceden de los modelos de Kirkpatrick, Phillips o Pineda. Señala López Camps que existen multitud de elementos que pueden impedir transferir los conocimientos al comportamiento con valor laboral en su propio entorno de trabajo. Los obstáculos más habituales para el éxito de la transferencia son de tipo organizativos en el entorno laboral, de diseño de la actividad o en muchos casos personales.