El juego como fenómeno inherente al niño es el inicio del texto en el que se explican las posibilidades que nos ofrece a nosotros como docentes y al propio niño/a para un completo desarrollo en muchos aspectos.
Al profesorado, trabajando a través de situaciones lúdicas el aprendizaje escolar, amplía sus posibilidades.
Para el alumnado, podríamos reducir comentando que descubre el mundo que le rodea y desarrolla su creatividad.
De cualquier forma, nuestro trabajo se concreta a los juegos tradicionales y no al juego en general. Estos juegos que han perdurado en el tiempo y han sido transmitidos de padres a hijos. Ésos que se encuentran en cualquier parte de mundo. Con reglas fáciles e incluso negociables. Ésos que se juegan en cualquier parte y practicamente a cualquier edad. Ésos que han despertado en este grupo de maestras un interés porque nuestros/as alumons/as conozcan, disfruten y aprendan. Se separen en esos momentos de los juegos tecnológicos o simplemente se olviden de no saber a qué jugar.
Si además de todo esto reulta que el juego en sí permite la adquisición de conocimientos, permite la formación del carácter, afirma su personalidad, desarrolla la imaginación y enriquece vínculos y manifestaciones sociales como aparece en el texto de referencia; estamos ante una de las actividades más completas para nuestra infancia.
Resulta extraño que el profesorado tenga que realizar un proyecto para que el alumnado juegue, cualidad inherente a él, pero debido a las características de nuestra sociedad no sólo es raro sino NECESARIO. De hecho y como nos indica el texto debemos organizar estos juegos ya que sólo con su transmisión no basta. Es ahí donde debemos introducir los abjetivos que nos queremos plantear conseguir para conseguir que los juegos tradicionales se conviertan juegos educativos en nuestras aulas.