La formación del profesorado y el cambio educativo
No hay cambio posible en un centro docente que no pase por el liderazgo pedagógico, organizativo, y hasta emocional, de un equipo directivo que sea capaz de aglutinar al profesorado en torno a un proyecto educativo, una misión y una idea compartida de qué es la educación. El equipo directivo es responsable de promover la participación del profesorado (también de alumnado, personal no docente y familias) canalizar los debates, llegar a consensos, generar sinergias aceptando la diversidad del propio claustro, actuando de forma inclusiva para que nadie se sienta fuera del proyecto y tenga su cuota de implicación y responsabilidad en el mismo.
Los claustros son el agente de cambio del sistema educativo. Ahí estamos todo el profesorado; por tanto, tenemos que poner en valor el papel colectivo del claustro. Claustros que debaten, que deciden y que actúan en común, aceptando la diversidad del profesorado, pero en común, de forma inclusiva. Cualquier decisión pedagógica sobre metodología, evaluación, organización curricular, ... si no es aceptada y asumida como propia por los claustros, no va a tener el impacto necesario para el cambio.
El trabajo en los centros, con claustros, departamentos y equipos docentes. Ahí es donde deberían estar centrados los esfuerzos. La figura del equipo docente, especialmente en Secundaria y Bachillerato, es la gran olvidada y es clave para que las medidas se desarrollen con coherencia y tengan el impacto deseado. Es un error gravísimo en la organización escolar de los centros, que no existan reuniones periódicas de equipos docentes, como sí ocurre con tutorías y departamentos, para hacer seguimiento de los grupos, para ver las medidas in situ, para hacer ajustes metodológicos ...
La formación en centro, debe ser una formación a la carta, diferente para cada centro y debería estar necesariamente incluida, total o parcialmente, en el horario laboral. Una formación que atienda a cualquier aspecto que un centro reclame, previa reflexión necesaria y obligatoria por los claustros, acerca de la organización escolar y curricular, la metodología y la evaluación. Realizado ese diagnóstico, cada centro debe demandar que se inicie un proceso de reflexión-acción participativa, con ayuda externa, si es necesario, para que vaya dando pasos hacia cambio reales, asumidos por todos y puestos en práctica en ese proceso, como parte de nuestra función docente. Reflexión sobre la práctica para mejorarla.
Una vez iniciado este proceso, llega lo más difícil que es la puesta en marcha de los cambios. Habrá errores, habrá disfunciones pero si incorporamos la mentorización entre los propios docentes, la apertura de las puertas de las aulas, el trabajo colaborativo..., aprenderemos unos de otros, reflexionaremos sobre lo que hacemos, corregiremos errores, gestionaremos procesos y tiempos... Es un modelo más a largo plazo pero de mayor calado transformador.
Los profesores y profesoras queremos hacer bien nuestro trabajo, sabemos que tenemos limitaciones y que el sistema hace aguas, en muchos aspectos. Somos responsables de nuestras prácticas, por eso, necesitamos ayuda. Pero no de gurús educativos o empresas que nos vendan el último avance tecnológico o metodológico. Necesitamos equipos directivos que lideren el cambio, a nuestros compañeros del claustro, a las familias; y, finalmente, a una administración que entienda que dentro de nuestro trabajo la formación permanente es parte fundamental, y nos facilite los espacios y tiempos para desarrollar metodologías de reflexión sobre la práctica para el cambio.
¡¡¡Gracias compañeros por vuestro trabajo y compromiso con la formación ligada al cambio educativo!!! ¡¡¡Como coordinador, ha sido un placer y un privilegio trabajar y compartir este proyecto de formación con vosotros!!!