El aprendizaje social y emocional: las habilidades para la vida
Un adolescente que conoce y sabe gestionar sus emociones no solo tendrá mejores resultados académicos, sino que estará más preparado para el mundo laboral.
Uno de los grandes descubrimientos de las últimas décadas es que se pueden educar las emociones y el comportamiento. Mediante programas probados científicamente, es posible desarrollar lo que llaman habilidades para la vida, es decir, una serie de destrezas en el ámbito social, emocional y ético, que complementan y optimizan las habilidades cognitivas e intelectuales. En términos generales, podríamos determinar que una persona con IE es aquella capaz de interactuar con el entorno tomando en consideración los sentimientos, propios y ajenos. O dicho de otro modo, es la persona que pone en juego su inteligencia intrapersonal e interpersonal ¿tal y como establece Gardner en su teoría de las Inteligencias Múltiples-, para desenvolverse en el medio.
En los últimos años los aspectos emocionales y sociales del aprendizaje han acaparado la atención de numerosos expertos en educación y pedagogía; siendo pocos los que cuestionan la importancia de ofrecer una educación que contemple el aprendizaje de habilidades socio-emocionales, si lo que se pretende es contribuir al desarrollo integral y armónico de la personalidad del alumnado. Pero, ¿está recogida la educación emocional dentro de nuestra legislación educativa?
Para responder a la primera cuestión nos remitiremos a la propia legislación. En 2006, la LOE (Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación) abría la puerta a una perspectiva amplia en educación que tomaba en consideración el desarrollo integral de la persona, señalando en su Preámbulo: ¿Se trata de conseguir que todos los ciudadanos alcancen el máximo desarrollo posible de todas sus capacidades, individuales y sociales, intelectuales, culturales y emocionales¿¿ (p.6). Explicitando en su art.71, en consonancia con esto: ¿Las Administraciones educativas dispondrán los medios necesarios para que todo el alumnado alcance el máximo desarrollo personal, intelectual, social y emocional¿¿ (p.53).
Por su parte, la LOMCE (Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa) no va más allá, pero mantiene la redacción del texto citado en el art.71. Asimismo, hace hincapié en que el desarrollo social y personal son imprescindibles, aunque no los contempla como una entidad propia, concibiéndose como un elemento que ha de tratarse de forma transversal.
En nuestro país, en muchas ocasiones se trabajan dichas competencias lejos de la enseñanza ordinaria; otras veces son integradas de manera transversal en el currículo, quedando relegadas a actividades esporádicas y al criterio del profesorado. Y, en los últimos tiempos, han proliferado iniciativas de implementación de determinados programas dirigidos a incrementar las competencias socio-emocionales del alumnado en las diferentes etapas educativas.
Para concluir, podemos decir que en España, afortunadamente, está creciendo cada vez más -entre los centros educativos y el personal docente- la conciencia de que la mera adquisición de contenidos académicos no es suficiente para alcanzar el éxito escolar, siendo necesario considerar los aspectos socio-emocionales en el aula. Como vemos, esta ligera declaración de intenciones legitima a trabajar en el aula contenidos relacionados con la IE.
¿Qué espacio ocupa actualmente la Inteligencia Emocional dentro del contexto escolar? ¿Estamos privando a nuestros niños y jóvenes de un desarrollo óptimo cuando no les damos oportunidades de aprendizaje social y emocional? ¿Crees que la educación en Inteligencia Emocional debería integrarse, formalmente, en el Currículo Educativo?